De ruta por Sudamerica : Lago Titicaca
Después de 17 días por Perú, nuestro último día en el país llega en el Lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo (3800 mts). Lago que comparte con Bolivia, nuestro siguiente país en el recorrido.
El primer día visitamos el lago des de la parte peruana, en Puno. Población sin mucho interés más allá del que se pueda tener en visitar las islas flotantes cercanas llamadas Uros donde aun ahora vive gente.
Teníamos muchas ganas de visitar estas islas por comentarios de conocidos que estuvieron aquí hace tiempo. La verdad es que nos decepcionó bastante a causa de la explotación turística. En mi opinión ha perdido gran parte del encanto que pudiese tener. Aun así, es interesante y sorprendente conocer de qué forma realizan la construcción de estas islas flotantes.
Puno está lleno de agencias que hacen la excursión por los Uros y otras islas del lago. Nosotros optamos por la excursión corta de 3 horas, ya que queríamos pasar más tiempo en la parte boliviana del lago, que a la postre nos gustó mucho más.
De Puno fuimos a Copacabana, población boliviana en el lago Titicaca.
Hicimos noche en el Hotel Utama, un hotel muy correcto y económico donde tuvimos el mejor desayuno hasta el momento.
Realizamos una excursión hasta la Cruz del Calvario, situada en lo alto de un monte donde pudimos disfrutar de una puesta de sol espectacular. Este montecito nos sirvió para empezar a poner el cuerpo a tono y a acostumbrarlo a los esfuerzos en altura. Al cabo de unos días queríamos hacer el Huayna Potosí de 6088 mts.
Al día siguiente cogimos un barco que nos llevó a la Isla del Sol donde dormimos una noche. La isla tiene dos puertos, uno en la parte norte y otro en la sur, y todos los barcos paran en los dos.
Cuentan que en esta isla es donde nació el primer inca. Y la verdad es que el entorno virgen de la isla, las ruinas, las vistas, el conocer la historia que se mezcla con la leyenda, todo ello invita a hacer volar la imaginación. Supuso uno de los momentos más bonitos y relajantes de todo el viaje.
Cruzamos la isla de norte a sur, en un trayecto precioso por la cumbre de la isla. A pesar del sol abrasador y las 5 horas de recorrido, la experiencia es imperdible.
En la parte sur de la isla teníamos reservada una habitación en el Hostal del Sol. Lugar a evitar a no ser que se quiera pagar un precio caro por una habitación viaja, fría y mal acondicionada.
A pesar de ello, por la noche, aparte de disfrutar de un atardecer espectacular que queda para el recuerdo (podéis ver el timelapse), fuimos a comer al restaurante Las Velas. Se encuentra justo enfrente de un acantilado. Regentado por un matrimonio, sin luz, con las mesas a la luz de la velas y ellos cocinando con frontales…¿qué podría salir mal? Absolutamente nada, es perfecto. Recomendamos comer el plato de trucha del lago a la papillotte y sobretodo ir sin ninguna prisa. Se trata de slow food en su máxima expresión.
A la mañana siguiente cogimos la barca de regreso a Copacabana. Dejando atrás una isla que quedará para siempre en nuestro recuerdo y que nos regaló momentos únicos.